miércoles, 18 de julio de 2007

- ORGULLO Y PREJUICIO, de JANE AUSTEN

El primer párrafo es demoledor: “Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa”. En circunstancias normales hubiera bastado para no seguir leyendo, pero hubiera cometido un error. Orgullo y prejuicio es una señorial novela de la Inglaterra situada a caballo entre el siglo XVIII y XIX y entre las corrientes continentales procedentes de la Revolución Francesa y las correspondientes contracorrientes. La relación entre razón y sentimiento se apodera de toda la obra de la autora inglesa.
Es de agradecer que, a pesar de tratarse de una novela de corte romántico, los protagonistas no se den en toda la obra ni un solo beso, pues las experiencias sexuales ajenas descritas en la literatura, -en el cine empeora- suelen ser escabrosas, de mal gusto y repulsivas, todo lo contrario que cuando las experiencias son propias y libres.
El argumento básico de la obra consiste en contraponer el orgullo de Darcy al prejuicio de Elizabeth, esta contraposición da lugar a una radical incomunicación entre los protagonistas, que a través del trato, el diálogo y una carta explicativa se va transformando en afecto hasta llegar al matrimonio por amor al final de la novela. La ausencia de teléfonos en la época descrita implica una utilización masiva, -comparada con la actualidad- del lenguaje escrito para la comunicación y vemos como este tipo de lenguaje presenta ciertas ventajas de expresión, comunicación y aclaración de malos entendidos que el lenguaje verbal no posee. El primer título de la obra, que la autora cambió antes de publicarse, era el de “primeras impresiones” y es que los prejuicios se basan en esas primeras impresiones, generalmente falsas y es la razón, a través de la introspección, del pensamiento dirigido por la lógica y el raciocinio como se llega a descartar esos prejuicios y establecer verdaderos juicios morales. La moraleja de la obra pudiera ser esta: “las primeras impresiones pueden ser falsas, ¡cuidado!, someterlas al principio de la razón antes de llegar a conclusiones juiciosas”.
En la novela se potencia el individualismo, pero se trata de un individualismo responsable. La responsabilidad es una característica de la protagonista, sus sentimientos no son reprimidos, al contrario los deja correr libremente pero canalizados por el pensamiento, no se trata de un tropel de sentimientos, sino que estos se ordenan y jerarquizan de forma juiciosa, sin que por ello los sentimientos desmerezcan ni un ápice, una vez mas se demuestra que la razón puede estar al servicio de la pasión.
Esta canalización de los sentimientos se materializa en la obra en el matrimonio, la protagonista y, a través de ella, la autora nos convida a casarse por amor, sin que ello signifique una renuncia a las posibilidades pecuniarias que puede acarrear un matrimonio de conveniencia. Es decir dentro de la gama de posibilidades que puede darse en el matrimonio por amor, elegir aquella que económica y socialmente sea mas rentable. Estos principios aparentemente contradictorios son expuestos en la obra de forma conjunta logrando un conjunto plenamente armónico, sin reproche alguno.
La novela es también descriptiva de las costumbres inglesas de la época, refleja los modales de la clase alta inglesa, los escenarios son viajes y enormes y lujosas casas de campo donde el servilismo de los criados y la diferencia de clases esta latente en la obra, todos los siervos son sumisos y están agradecidos a sus “amos”. La novela prescinde de estas cuestiones entre diferentes capas de la sociedad, no es su finalidad; aunque las conclusiones pueden valer para cualquier clase social. El matrimonio es una posible forma de escalada en el escalafón social, de refuerzo económico o de todo lo contrario, según sea tratado. El amor no se opone al materialismo, incluso este puede ser un gran aliado de aquel.
Destacar por último la diferencia que se hace en un momento dado de la obra entre orgullo y vanidad. “El orgullo está relacionado con la opinión que tenemos de nosotros mismos; la vanidad, con lo que quisiéramos que los demás pensaran de nosotros.

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