miércoles, 18 de julio de 2007

- EL IDIOTA DE F.M. DOSTOYEVSKI

En esta novela de Dostoyevski no pasa nada, pero todo queda. Contar a un amigo “El Idiota” es prácticamente imposible porque no se puede contar una narración en la que apenas hay acontecimientos, pero donde abundan las descripciones psicológicas a través de los pensamientos de los personajes que van apareciendo, tanto principales como algunos secundarios, resultando estos últimos imprescindibles para la comprensión final de la novela.
Artísticamente me quedo con la primera parte y sobretodo con el capítulo uno de dicha parte donde se narra el encuentro del príncipe Mishin con Rogoÿin en el vagón de un tren que se dirige a Moscú desde Varsovia. La nostalgia se apodera del lector de forma irremediable. Resaltar la habilidad del autor para no llamarlos por sus nombres hasta que nos ha hecho una descripción física y psicológica de ellos, una vez que los conocemos un poco nos dice sus nombres. Junto a estos dos protagonistas del capítulo y de la novela aparece, con reminiscencias pre-kafkianas un tal Lebenev que resultará ser uno de esos personajes secundarios capitales en la narración.
Dudo que realmente Dostoyevski haga una descripción de la sociedad rusa de su tiempo, más bien describe, como nadie, las contradicciones mentales a las que está sujeto todo hombre por el hecho de ser hombre. Describir contradicciones y a la vez resultar creíbles solo esta al alcance de genios como Dostoyevski. Dostoyesvki representa la lógica de la contradicción coherente. Una sola vez que parece que desvaría y resbala en la descripción del pensamiento resulta que se trata de los momentos previos a un ataque de epilepsia. De repente toda tropelía de ideas expuestas sin orden ni concierto cobra sentido, y el lector no puede por menos que interpretarlo como momento mágico de la literatura universal.
Destacar, también, la agudeza de Dostoyevski al describir, en palabras del príncipe, como deben ser los últimos cinco minutos de un condenado a muerte, que alcanza un momento magistral en los últimos cinco segundos y el reto que debe ser para todo pintor que se precie el de ser capaz de captar en el rostro humano ese trágico momento. El rostro humano como reflejo de una situación, no solo de un carácter o personalidad.
Hasta los personajes mas pintorescos, y hay varios, son creíbles, con un solo punto gris y otro negro. El gris resulta ser Aglaya, que manifiesta un sentido peculiar de la vida y lo manifiesta con la vehemencia ajena, en concreto la de su madre Lizaveta, personaje de mayor contenido y mejor logrado. El punto negro sin duda se encuentra en Ippolit, joven tísico al que quedándole pocos días de vida manifiesta una energía y una vitalidad no creíbles y que únicamente sirve de excusa a Dostoyevski para manifestar alguna idea, somera por otra parte, sobre el suicidio como última capacidad humana de obrar libremente. Es curioso que este personaje no conmueva a compasión y pena dadas sus características, entiendo que tratándose de Dostoyevski no es por incapacidad sino porque simplemente no se lo ha propuesto, no tiene intención de despertar esos sentimientos en el lector, en definitiva no es su objetivo.
Personajes secundarios magistralmente perfilados y resaltados en sus pensamientos coherentemente contradictorios son, además de los mencionados Lebenez y Lizaveta, Ganya, Varya, el inolvidable general Ivolgin (no confundir con el anodino general Yepanchin) y Yevgeni. Los personajes principales están dotados de pasiones incontroladas que dan lugar a rocambolescos acontecimientos donde el autor se explaya en descripciones psicológicas de carácter atormentado: Aglaya, Nastasya, Rogoÿin y el propio Mishin son los personajes principales de los que hablo.
El príncipe Lev Nicolayevich Myshin despierta en las personas que le rodean unos sentimientos y reacciones que no acaban de despertar en el lector, llegando, en algún caso, a la confusión. Por una parte no parece nada idiota cuando parece ser idiota ni tampoco tan inteligente cuando Dostoyevski nos pretende hacer creer que es inteligente, salvo, quizá, la observación de la variación del sentimiento de criminalidad de los criminales de ahora con respecto a los de antes.
La relación del príncipe con la religión no llega a definirse totalmente, salvo cuando se declara, de forma un tanto convulsa, como cristiano que odia al catolicismo, al que considera precursor del fatídico socialismo. “el socialismo y el ateísmo (socialista) no es mas que una hijuela del catolicismo”.
Los diálogos son excusas para transmitir pensamientos, los personajes no manifiestan ningún pudor en transmitir a sus interlocutores sentimientos e ideas que son correspondidos con nuevos sentimientos e ideas; en Dostoyevski la conversación intrascendente no existe.
Otras ideas que se manifiestan veladamente en la novela, y digo veladamente porque Dostoyevski no escribe sobre filosofía o ideas políticas, hace que sus personajes hablen de filosofía y de política como lo haría cualquier hombre instruido que tuviera ideas pero que no fuera un filósofo, es decir sin profundizar, suelta la idea y hay queda para ser, o no, rebatida o simplemente no apreciada por sus interlocutores. Como digo, otras ideas que aparecen tratan sobre la belleza, la relación talento y corazón, la usura, el liberalismo, el nacionalismo ruso, el ateísmo, el nihilismo, el idealismo, el feminismo, el conservadurismo, la modernidad, la religión, la pobreza, la caridad, el suicidio, el canibalismo, la moralidad, el ostracismo, la literatura, etc.
La comparación entre el príncipe Mishin y el caballero pobre (fácilmente identificable con Don Quijote) no me parece muy acertada, el ideal de Don Quijote está perfectamente definido por Cervantes, el ideal del príncipe sigue sin verse ni al final de la novela. Comparar al príncipe, como se ha hecho en ocasiones, con Cristo me parece simplemente un desatino.
Dostoyevski abre muchos círculos pero cierra pocos, si es intencional o simplemente se trata de incontinencia a la hora de escribir, nunca lo sabremos, me inclino más por lo segundo, pero de todas maneras de lo que no cabe duda es de que el resultado es magnífico.

4 comentarios:

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

Para contrastar este comentario, debe leerse el que hace Enrique Castaños en
http://www.enriquecastanos.com/dostoyevski_idiota.htm
o en
http://www.enriquecastanos.blogspot.com.es/2013/06/ensayo-n-2-el-principe-mischkin-de_8232.html

Unknown dijo...

Magnífico análisis. Yo no consideraría al Mishin como un idiota, sino como un ingenuo. Cristo era bondad, pero también sabía ver la maldad en los demás. Mishin tiene que luchar consigo mismo para ver la maldad en otras personas Esto es incomprensible para los demás que ven en este comportamiento una estupidez. No pueden entender como trata con caridad a quien le ofende. Me encanta el diálogo entre Mishin e Ivolgin después de la ruptura de las relaciones del primero con Aglaia. Ivolguin le hace ver a Mishin que sintiendo piedad por una persona -Natasha- está siendo muy injusto y terriblemente cruel con otra-Aglaia-

Español Aquí dijo...

Acabo de terminar esta novela. En realidad sí hay bastantes hechos que referir. Creo que la inconsistencia que tanto se acusa en varios elementos puede deberse a que fue publicada en folletines, no recuerdo con qué frecuencia. Pero dada la vida agitada del autor, es comprensible que resulte difícil mantener un equilibrio impecable. Me parece más un ejercicio que perfila aspectos que aparecerán en Los hermanos Karamazov, por ejemplo, especialmente a través de Hipolito. Concuerdo también en que se le fue de las manos Aglaya, no quedan muy claras sus motivacionea. Buen análisis.